Técnica y ética reflexiva

Gabriel Delgado
3 min readDec 1, 2022

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La técnica deriva de un deseo de bienestar del hombre que implica un diagnóstico antropológico concreto que se ha propagado con creciente ubicuidad.

Según Jürgen Habermas, la técnica, como conjunto de medios, permite una eficaz realización de fines con un ahorro de trabajo, o sea, a instrumentos, máquinas y autómatas. Pero con esa palabra aludimos también a un sistema de reglas que determinan la acción racionalmente adecuada a fines; aludimos, pues, a estrategias y tecnologías.

Llamamos estrategias a las reglas de elección racional, y tecnologías a las reglas de la acción instrumental. Las tecnologías son, pues, proposiciones que establecen las formas de proceder, pero no son ellas mismas medios técnicos.

Medio técnico puede serlo cualquier cosa que se incluya en un contexto de acción instrumental. Pero solo cuando se apresta para su utilización repetida en determinada función y no se emplea meramente en un caso aislado decimos que es un elemento de la técnica, sean instrumentos, máquinas o autómatas.

La cuestión con la a técnica es que no permite juicios de valor sobre los fines que logra, como lo hace la ética, sino que solo se enfoca en los medios para llegar al objetivo predeterminado de manera eficaz, argumentando que la aplicación científico-técnica debe verse libre de dichos condicionantes éticos, pero ¿los avances científicos y técnicos tienen garantizada de antemano su bondad?

Es contradictorio que la técnica biomédica, en principio desarrollada como medio para ayudar al hombre, tendría un solo imperativo intrínseco, la eficacia, que muchas veces, según nos muestra la experiencia histórica reciente, se vuelve contra el hombre mismo. Que la técnica exija autonomía en sus acciones y fines no garantiza por sí misma la bondad de los medios elegidos para conseguirla. Por tanto, es necesaria una ética que analice y evalúe sus consecuencias sin ignorar que toda aplicación técnica, a medida que avanza en el dominio de la vida, debe incorporar los valores por la misma.

El cuidado para con la vida implica el rescate de lo humano en la técnica, la conciencia de la responsabilidad con la vida presente y futura, puesto que nos hallamos en un mundo en el que, gracias al avance científico técnico, se ha ampliado de manera decisiva el ámbito de lo que podemos hacer. De ahí que la ética reflexiona sobre cuáles de las posibilidades que la técnica nos abre son deseables.

La perspectiva puramente técnica de las acciones humanas genera problemas en su aplicación dada la discontinuidad entre las normas éticas y la particularidad de los casos implicados. Por tanto, la resolución de los problemas humanos solo por criterios de la ciencia y puramente técnicos, con ausencia de una dimensión ética, es un camino deshumanizante que no debe orientar el accionar del hombre. La ética tiene la capacidad intrínseca de conseguir los fines y hacer un juicio que antecede a todo razonamiento sobre la técnica, añadiendo la valoración del fin y la de la acción considerada en sí misma.

El progreso ha de ser integral para todos los hombres.

La reflexión ética no puede ser considerada como intromisión en el actuar del hombre, ya que esta reflexión busca anular la separación entre nuestras actividades profesionales, asistenciales, investigadoras, docentes, terapéuticas, familiares, sociales, etc., añadiendo a la técnica, por lo tanto, no limitando, la valoración del fin y la de la acción en sí misma, sino considerando que debe ser adecuada y regida por la virtud de la prudencia. Dicho esto, la ética no es la mera repetición de la moral profesional establecida, no es sermonear ni adoctrinar; lo importante, sostiene, es que cada individuo reflexione sobre lo que hace, pero no solo de deducciones lógicas, también de buenas disposiciones, actitudes sinceras por descubrir el bien, aunque ello exija actuar de modo contrario a lo que nos puede interesar por alguna razón particular. Por consiguiente, la ética sí puede orientar la acción humana ya que, con solo mecanizar la formulación de juicios morales, como lo hace la técnica, se privaría a la conciencia humana de su propia dignidad.

El mérito de la ética reflexiva, a la cual pertenece la bioética, es de colocar la vida ética bajo la égida de lo razonable, de lo que Kant denomina “la razón práctica”. Es también de recordarnos que esta razón es a la vez comprensión y compromiso y que ella es, en definitiva, el querer la instauración de lo humano en la humanidad.

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Medicina, ethos y humanidades. Bioética, Universidad Católica San Antonio de Murcia.

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