Integridad y dignidad: conceptos pertinentes al individuo que sufre
Ethos y Cuidados Paliativos
El término integridad designa la totalidad fisiológica, psicológica y espiritual del individuo. Evoca entereza y unidad del ser humano, abarcando la naturaleza intacta de los valores que él aprecia y adopta. El concepto de integridad se asocia estrechamente con los de autonomía y dignidad.
El término dignidad se refiere a una noción compleja asociada al respeto al ser humano por sus manifestaciones de elecciones racionales, autónomas y finalidad en sí mismo. Es un valor moral inherente e intrínseco que no se pierde, aunque no se esté consciente de poseerlo. La dignidad evoca que un ser humano es objeto de derechos, con su propio proyecto de realización personal que exige el reconocimiento y respeto por ser persona. Por lo que el hombre no debe ser tratado como como un instrumento para conseguir otros fines.
A diferencia de la integridad, la dignidad no designa todos los valores sublimes, sino que constituye el valor elevado de un ser que realmente existe como una apersona. Es decir, la integridad tiene una dinámica que va desde el valor y la estimación hacia el propio sujeto y hacia los demás como una exigencia moral o enunciado del propio individuo autónomo, hacia los demás, para consigo mismo. En cambio, la dignidad humana es la estimación del individuo sobre una convicción que debe alcanzar a todos los seres humanos -autónomos o no- por su sola condición de tales. En tanto que el hombre posee un equilibrio único -integridad-que ha alcanzado a través del tiempo entre esperanzas, aspiraciones y limitaciones.
Cuando se presenta la enfermedad grave y el sufrimiento se afecta la imagen del individuo presentando discapacidad, dolor y final de la vida. Se encuentra con la probabilidad una autoimagen sustancialmente alterada. Para volver a ser íntegro, necesita una nueva imagen, un nuevo balance y una redefinición de salud.
El paciente tiene derecho a que se vele por su integridad psicofísica y moral ante los actos médicos, puesto que el enfermo sufriente no deja de ser persona en el proceso de su enfermedad. Por su integridad elabora su dolor y su sufrimiento y los incorpora en la construcción de su yo y su propio proyecto. En razón de su dignidad debe ser respetado en su enfermedad y no anulándolo. Respetar la dignidad en el individuo que sufre significa preservar su vida desde la plenitud y promoción del potencial que posee. Asimismo, aunque la capacidad racional del enfermo para tomar decisiones esté limitada, nunca dejará de tener su dignidad inherente, intrínseca u ontológica.