¿Es posible hablar razonablemente de derechos humanos si no sabemos quién es el hombre?

Ethos, preguntas y respuestas

Gabriel Delgado
3 min readApr 20, 2022

«Sólo el hombre se pregunta por sí mismo». Ese es uno de los pensamientos contemporáneos de mayor trascendencia para él, puesto que éste puede conocerse o desconocerse. ¿Quién es el hombre?, esa es la cuestión.

La comprensión total del hombre resulta compleja. Sin embargo, las respuestas a este tipo de interrogantes sobrepasan las barreras de la comprensión biológica. La integridad humana — la totalidad fisiológica, psicológica, social y espiritual del individuo — es dinámica y se sustenta en un constante fenómeno evolucionista consecuencia de revoluciones adaptativas. Muchos aceptan la complejidad del hombre; otros pretenden descifrarla con trazos simples y reduccionistas.

A lo largo de la historia se ha reconocido la dignidad intrínseca de cada persona y se ha considerado al hombre como un sujeto singular poseedor de sus propios derechos. Este es el resultado de la propia búsqueda del hombre, de una comprensión de sí mismo, consintiéndose de esta manera un objetivo positivo o negativo respecto de su propia existencia. Por tanto, no es posible hablar razonablemente de derechos humanos si no existe una comprensión de quién es el hombre, de su naturaleza y necesidades, mismas que se manifiestan, existencializan y temporalizan en cada individuo.

Para comprender este razonamiento es necesario resaltar el pensamiento occidental. En este se asocia al ser humano como un sujeto racional, protagonista de la historia, referencia de toda moral, de todo conocimiento y política. El sujeto moderno no sólo se conoce a sí mismo, sino que su conocimiento le permite discernir sobre la verdad y el bien: su razón es la medida de esa verdad y ese bien. El resultado de ello es una ciencia expresamente sustentada sobre una objetividad establecida por el sujeto y una ética sostenida por una serie de realizaciones prácticas, a través de la cual el sujeto le va dando sentido a su vida. Ese sujeto es el hombre.

Immanuel Kant, el representante más ilustre de la época moderna, pone al hombre como el protagonista singular de lo moral, como lo que debe considerarse más valioso, lo que es el fin de cualquier acto moral. El hombre y su dignidad es innegociable, no puede cambiarse por nada, y la comprensión de sí mismo ha sido fundamental para hacerlo merecedor de sus propios derechos. Es el ser humano como totalidad el que es valorado cuando se habla de dignidad. No se valora solo la racionalidad, tampoco como podría comprenderse en otras teorías antropológicas, la animalidad, su costado biológico, lo que comparte con el animal y el vegetal, sino más bien su integridad. Esta valoración trae consigo el reconocimiento de la multiplicidad de aspectos que implica el ejercicio de la humanidad. Entre ellos el fundamental, que es su relación con el otro humano y con lo no humano y a su vez le permite descubrir todo lo que es y todo lo que le falta ser. Cuando se hace hincapié en la persona y en su dignidad se busca subrayar quién es el hombre y su valor como tal.

Toda esta comprensión es lo que ha hecho al hombre merecedor de derechos: el derecho a la vida, a la integridad, a la identidad, a la libertad de pensamiento, a la democracia, a la seguridad social, a la salud, a la educación, etc. Lo que significa que la persona humana no es otra cosa que un ser humano y la referencia a este puede ser enriquecida con significados provenientes del concepto de persona, mientras se reconozca su igualdad en dignidad.

El acontecimiento considerado como verdadero punto de partida de los derechos humanos conocidos en el sentido actual es la Declaración de los derechos del hombre y del ciudadano, emanada durante la Revolución Francesa en 1789. Ya para 1948, los derechos humanos habían alcanzado un elemental desarrollo cuando se adoptaron la Declaración Universal de los Derechos Humanos y la Declaración Americana de los Derechos y Deberes del Hombre. En la Declaración Universal se comienzan a desarrollar pormenorizadamente los derechos humanos y se establecen referentes de cómo deben ser interpretados. Con la adopción de la Declaración Universal, los derechos humanos comienzan a tener un matiz universalista, ya que fue ahí donde se empieza a propugnar la universalidad de los referidos derechos.

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Medicina, ethos y humanidades. Bioética, Universidad Católica San Antonio de Murcia.

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