El transhumanismo a la luz del personalismo ontológico
A medida que la tecnología se hace más compleja, la capacidad del homo sapiens para realizar tareas ha mejorado drásticamente gracias a soportes tecnológicos altamente sofisticados que conforman nuevos paradigmas sobre el futuro de la humanidad.
Los avances tecnológicos han generado un debate entre el personalismo y el transhumanismo sobre cómo se ve y se entiende al ser humano, puesto que la biotecnología es valorada como un fenómeno cualitativamente distinto a otros avances logrados a lo largo de toda la historia; el hombre pasó no solo a operar sobre el mundo, sino también a operar sobre sí mismo y su naturaleza en busca de controlar su propia evolución.
Dentro de las corrientes personalistas como la comunitaria, la dialógica, la fenomenológica, la angloamericana y la ontológica clásica, el personalismo moderno ontológicamente fundado pertenece a la categoría más amplia de filosofías personalistas que consideran a la persona como el principal punto de partida epistemológico y axiológico de la filosofía. Dentro de sus autores destacan Karol Wojtyla, por lo que respecta a la antropología, y Juan Manuel Burgos, por la teoría del personalismo. Son rasgos principales del personalismo ontológico la centralidad de la persona, el concepto moderno de persona, distintas categorías personalistas, su metodología, la relación con el pensamiento moderno y con la metafísica, y el personalismo como praxis.
Para el personalismo, el sentido de la corporalidad es una realidad personal, por lo que no existe cuerpo sin persona; el cuerpo no es un instrumento, objeto positivo de investigación, sino la condición necesaria del ser persona. En cambio, para el transhumanismo, la corporalidad es algo material y manipulable; tiene una consideración puramente tecnológica del cuerpo ligada a una visión cientifista, caracterizada por la exclusión de todo lo referente a la subjetividad de la persona y donde los medios se convierten en fines y solo se permiten criterios valorativos de carácter técnico.
La ideología contemporánea y la práctica del transhumanismo constituyen una corriente cultural, intelectual y científica con una visión que sostiene el deber moral de utilizar formas avanzadas de tecnología para trascender ciertas limitaciones de la naturaleza humana, tanto en la dimensión individual como social del hombre, buscando eliminar aspectos no deseados de la condición humana, como las enfermedades, el envejecimiento, el sufrimiento, e incluso, el ser mortales. Sin embrago, frente a esta corriente de pensamiento que intenta desvincular a la persona del cuerpo, el personalismo unifica a la persona, es un tipo de humanismo con fundamentación metafísica.
El personalismo considera que el ser es más que sus actos o que su percepción autoconsciente y no se deviene persona por ser una entidad competente o activa, sino por el hecho de ser humano, por la propia ontología, y supera la mera distinción entre cuerpo y alma de manera más compleja, considerando las características del ser humano en sus tres dimensiones — corporal, psíquica y espiritual— como elementos clave de su antropología.
El personalismo conforma un abanico de conceptos relativos a la dignidad humana y acoge plenamente la importancia de las relaciones interpersonales.
El debate que se discute en la corriente del transhumanismo, así como los asuntos técnicos que buscan implementarse en el mundo postmoderno son nuevos desde el punto de vista filosófico o metodológico. Mientras que el transhumanismo argumenta que no solo existe el deber ético de mejorar toda la especie humana, así como la posibilidad entrar en una fase de existencia poshumana en la que el hombre pueda controlar su propia evolución a través del cambio deliberado, el personalismo ontológico reivindica la centralidad de la persona y su primacía en el campo axiológico, reconociendo el valor y la integridad de la vida y del cuerpo humano como consecuencias éticas fundamentales.
El transhumanismo ha sido marginal y sectario. Sus ideas de eugenesia, inmortalidad y singularidad amenazan con avanzar sobre esferas de la condición humana en apariencias que parecían intocables puesto que la naturaleza ya no aparece como una totalidad en su manifestación personalista, sino como un mosaico de elementos desarticulados que hay que explotar para satisfacer las desproporcionadas necesidades materiales del hombre.
El movimiento transhumanista se apoya en el reconocimiento de tres libertades básicas: libertad morfológica, libertad reproductiva y libertad cognitiva. Estas libertades van de cara a garantizar a los individuos el empleo de la tecnología para convertirse progresivamente en transhumanos y, finalmente, en poshumanos, todo dentro de un proceso entendido como evolución participativa.
Contrario al personalismo, para el transhumanismo los conceptos de persona, dignidad y naturaleza humana se reducen a cualidades meramente materiales y cambiantes.
El personalismo reitera que la corporeidad supera la visión meramente biológica; el cuerpo del ser es la dimensión somática del hombre y es inseparable de ella, por tanto, considera imposible la consideración puramente tecnológica que el transhumanismo ofrece.
A la luz del personalismo, el transhumanismo encabeza un nuevo esquema omnicomprensivo del futuro del hombre y toda su realidad, suponiendo un particular concepto de naturaleza, identidad y libertad humana. La mejora biopsíquica transhumanista de la naturaleza humana contradice el perfeccionamiento integral personalista del ser, englobando también el planeta y sus dimensiones ecológicas y negando los límites de la vulnerabilidad y la mortalidad humana; por tanto, destruye la corporeidad y la sexualidad del hombre; niega la dimensión inmaterial, espiritual y la Trascendencia que nos caracteriza como especie; genera desafíos bioéticos productos de la evolución biotecnológica y la manipulación genética, la Inteligencia Artificial, la neurociencia, la nanotecnología aplicada y la robótica. Esta suma de revoluciones representa un desarrollo exponencial y acelerado que ya está siendo reflejado.
Aunque el personalismo concede el máximo valor a la dimensión voluntaria y a la libertad, a diferencia del transhumanismo, éste da primacía a la libertad y al amor, y la revalorización de la acción humana, favoreciendo el estudio de las múltiples dimensiones en las que se despliega la actividad del hombre y a la superación de exaltación de los procesos cognitivos. Aquí surgen diferentes claves bioéticas a la luz del personalismo frente al transhumanismo, puesto que este último no salvaguarda la salud, la vida e integridad de la persona, tampoco la conciencia y la libertad; vulnera la privacidad, la identidad personal, la justicia distributiva y la subsidiariedad.
Uno de los núcleos centrales del transhumanismo en el debate de la bioética personalista es la pérdida de la dignidad del hombre, eso que hace del individuo un ser único en el conjunto de la naturaleza a pesar de sus limitaciones biológicas. Para los transhumanistas la dignidad de la vida humana queda reducida a la idea de calidad de vida, olvidando que la dignidad se basa en la propia autotrascendencia del ser. El transhumanismo viola los límites morales del personalismo, impuestos por la propia naturaleza humana, poniendo así en peligro la propia condición del hombre como ser moral y en ocasiones también violaría ciertos límites legales como el derecho a la igualdad o a la vida.
Para el personalismo el pensar los límites de la acción humana es central en nuestra reflexión social, ya que cambiar nuestra naturaleza es la mayor pérdida de libertad posible, representando una distorsión moral y cultural de cada individuo hacia sí mismo, distorsionando su autobiografía y su autoconsideración como sujeto perteneciente a una especie considerablemente distinta a la humana, un sujeto posthumano que forja su propia estructura ético-moral de manera independiente al ser humano convencional o contemporáneo.
El tema del transhumanismo llama a reflexionar sobre nuevos problemas a la luz del personalismo ontológico y dar respuestas éticas entre lo persistente y lo cambiante a la altura de los tiempos, considerando el análisis interdisciplinar y el método triangular de cada cuestión que posibiliten afrontar estos temas complejos a raíz de una bioética abierta a un horizonte que se fundamente en recuperar y desarrollar una metafísica del ser humano abierta a la Trascendencia.