Desafíos asociados con la distribución poblacional de información genética sobre el COVID-19: a propósito de dos polémicos estudios
¿Puede el virus SARS-CoV-2 integrarse en el genoma humano? ¿Modifica la vacuna de Pfizer BioNTech nuestro ADN?
Dos recientes y controvertidos estudios afirmaron como positivas las respuesta a estas dos interrogantes basándose en sus “hallazgos”, pero estas afirmaciones son falsas. El primer estudio fue publicado en marzo de 2021 en la revista PNAS, en el que los científicos informaron que el ARN del SARS-CoV-2 con transcripción inversa puede integrarse en el genoma de células humanas cultivadas y puede expresarse en tejidos derivados de pacientes. El segundo estudio está basado en los resultado del primero y fue publicado por investigadores de la Universidad de Lund en Suecia a fines de febrero de 2022, en este se afirma que existe una Transcripción inversa intracelular de la vacuna de ARNm de Pfizer BioNTech COVID-19 BNT162b2 in vitro en línea celular de hígado humano.
Ambos estudios ameritan interpretaciones y puntos de vistas bioéticos cuidadosos. El primer estudio busca comprender mecanismos que subyacen a los informes de que pacientes infectados con SARS-CoV-2 continúan con PCR positiva muchas semanas después de la infección inicial, afirmando que las células humanas pueden convertir los ARN del coronavirus en ADN mediante una transcripción inversa que se integra en el genoma humano. En el segundo estudio los científicos agregaron que existe una transcripción inversa del ARNm de la vacuna Pfizer BioNTech en la línea celular Huh7 del hígado humano, y sugiere que esta podría afectar la integridad del genoma humano provocando genotoxicidad.
En efecto, ambos estudios podrían generar una importancia práctica en la comprensión de la reactivación viral e innovaciones drásticas en el control, prevención, diagnóstico, pronóstico y tratamiento del COVID-19 e implicaciones en la seguridad de las vacunas. Las afirmaciones de que el SARS-CoV-2 se transcribe inversamente en nuestro genoma y que ARNm de la vacuna se convierte en ADN y se encuentra dentro del núcleo de las células, son extraordinarias, y en genética las afirmaciones extraordinarias requieren pruebas extraordinarias. Estos documentos no proporcionan evidencia convincente para respaldar sus ideas, y mucho menos algo cercano al estándar de Sagan, partiendo de que el SARS-CoV-2 no es un retrovirus y no tiene forma de producir una transcripción de ADN ni de integrarla en el genoma de un huésped y de que no hay una secuenciación de alto rendimiento de la línea celular Huh7.
Estas investigaciones comprendes estudios limitados debido a que el primero solo se realiza en células humanas cultivadas, por lo que los resultados deberían respaldarse en modelos animales, puesto que se encontró que en células humanas con niveles normales de expresión de LINE-1 y HIV-1 la integración genómica de los genes del SARS-CoV-2 no fue tan eficiente; el sistema experimental del segundo estudio es artificial y no representativo de las células normales y no demostró que el ARNm o el ADN transcrito de forma inversa ingresa al núcleo y, lo que es más importante, no demostró que las vacunas alteran nuestro ADN. Ninguna de las pruebas justifica tales conclusiones y demuestra una falta de comprensión de los aspectos fundamentales de la biología del coronavirus.
La genética asume riesgos importantes para la vida y la integridad física humana, y si bien la genómica nos ayuda a entender el COVID-19 con un nuevo nivel de detalle, este enorme potencial viene acompañado de riesgos científicos y éticos que generan preocupación por proteger al individuo contra posibles invasiones por parte de la biotecnología en su integridad, privacidad y libertad. Aunque hemos vivido una situación excepcional, las leyes y normas que regulan la investigación genética siguen en vigor y los informes de estudios en respuesta al COVID-19 deben garantizar que los hallazgos sean válidos y útiles.
La investigación genómica tiene sus tiempos y procedimientos por razones muy poderosas. Nada menos que para cumplir con los dos primeros principios de la bioética personalista: el principio de defensa de la vida física y el principio de totalidad o terapéutico. Estos estudios demuestran que deben evitarse los reduccionismos, el excesivo determinismo y la capacidad predictiva atribuidos a los genes en el campo de los avances genéticos. Los investigadores deben asegurarse de que el uso de información genética en respuesta al coronavirus no socave la necesidad de solidaridad y justicia en la respuesta de la salud pública, ni afecte de manera desproporcionada la capacidad de los individuos para actuar, ni que se conviertan en blanco de discriminación o estigmatización genética.
La utilización de datos genómicos generados sobre individuos y poblaciones plantea una serie de cuestiones bioéticas tanto a nivel de la secuenciación inicial como en el uso posterior de la información genética. Estos artículos generan preocupaciones concernientes a la privacidad y el intercambio de información, la gestión de sus hallazgos y las prácticas para obtener el consentimiento informado, abriendo una brecha para cuestionarnos sobre desafíos asociados con la distribución poblacional de información y el consiguiente privilegio de grupos específicos en este tipo de análisis.
Las desigualdades existentes en los conjuntos de datos obtenidos por este tipo de estudios pueden seguir generando implicaciones en los esfuerzos por comprender las influencias genéticas sobre la susceptibilidad al COVID-19. Es esencial que los análisis genéticos garanticen una correcta recopilación de datos de suficiente escala y alcance, también que los procesos para revelar información sobre la genómica del huésped varíen en diferentes partes del mundo.
El establecimiento de umbrales de utilidad en el contexto de la genética se dificulta por la naturaleza probabilística de la información genómica. Es importante considerar las formas en que el genotipado puede utilizarse o exigirse y cómo su uso afecta las libertades personales, tomando en cuenta que la dignidad humana constituye el criterio básico de referencia para evaluar las biotecnologías.