Ciencia, tecnología y poder
Desafíos de ser y seguir siendo humano
Avatares digitales, presencias virtuales en el metaverso, perfiles digitales, descorporeidad. ¿Qué sucede si estas herramientas irrumpen en la práctica de la atención médica? Basta pensar en las historias clínicas digitales, cuyos datos, si se cruzan y analizan, podrían ser presagios de probables nuevas enfermedades que podrían ocurrir. ¿Estamos en el origen de la medicina personalizada y preventiva?
Es evidente que en tal escenario es necesario un marco ético de referencia, y puesto que la ética siempre es provocada por una situación, de naturaleza puramente dialógica, donde una o más conciencias deben volverse y expresarse de manera práctica y técnica de hacer las cosas para llegar a conclusiones.
Conceptos como privacidad, equidad y ética plantean preguntas profundas para todos aquellos que trabajan en el campo de las nuevas tecnologías, ahora omnipresentes. El funcionamiento de estas últimas debe necesariamente concebirse, desarrollarse y difundirse manteniendo un enfoque exquisitamente multidisciplinar, donde los conocimientos técnicos deben ir seguidos de un enfoque basado en las ciencias humanas para situarlas en un horizonte de sentido que tenga como único denominador lo humano como tal.
¿Es posible hoy seguir hablando de una moral universal y compartida, contra la que es posible confrontar para comprender lo que está bien o mal? ¿Quién decide hoy lo que es bueno? Sin un horizonte trascendente, la situación se complica un poco.
A menudo se tiende a confundir dos términos: técnica y tecnología. El primero se refiere al complejo de artefactos diseñados por el hombre con el fin de mejorar su adaptación al medio. Básicamente, se refiere a las herramientas. El segundo, la tecnología, se refiere al conocimiento generado por las herramientas y las imágenes vinculadas a su uso, y también a un conocimiento generado por la propia técnica, que abre escenarios inesperados que aún no han sido explorados en su totalidad. Es obvio que la cuestión moral surge en un contexto de logos, como se explica en la segunda parte del término tecnología, pero hasta la fecha, dados los intereses (pragmáticos, ideológicos, económicos y utilitarios), parece que no hay diálogo alguno entre las dos dimensiones.
Entre la ciencia y la tecnología, un tercer elemento toma el relevo: el poder. Esto es un arma de doble filo. El término poder, si se toma como verbo, aparece por sí solo, un verbo servil, que sirve al infinitivo. Si se usa como sustantivo, ¿el poder parece otra cosa, o tal vez la suma de poder hacer, poder decir y poder ser, o del poder como hijo del deseo? Pero ¿qué clase de deseo en una época en la que los astros hacia los que intenta moverse la etimología de la palabra aparecen cada vez más lejanos y con una luz cada vez más tenue?
En la relación entre tecnología y poder, se sugiere no caer en una forma de tecnolatría o en una forma ya anacrónica de tecnofobia, sino volcarse hacia un uso y desarrollo responsable y sostenible donde el ser humano permanezca siempre en el centro, sin olvidar que como herramienta creada por el hombre y para el hombre, la tecnología nunca debe estar en la situación de desarrollar ninguna forma de autonomía que socave, precisamente, la autonomía del hombre.
El futuro corre hacia nosotros y a menudo nos encuentra indefensos ante las novedades y revoluciones que, a partir de la cuarta revolución, continúa transformando, día tras día, nuestra forma de estar en el mundo.
Una indicación puede ser tomada por Zygmunt Baumann: “proponer un camino hacia atrás, hacia los legados del pasado, pero que al mismo tiempo contemple ir hacia adelante”. Básicamente, tomar los ojos del pasado para poder mirar hacia el futuro. Sólo así, es decir, devolviendo las nuevas tecnologías al horizonte del sentido (que hoy está incompleto o incluso ausente) el hombre no se perderá.